martes, 1 de noviembre de 2011

Amar desde la cocina

La cocina es particularmente importante para mi: mi familia, mi gran familia, tiene raíces italianas y libanesas rasgo que, además de darnos un amplio paladar, nos hace apreciar mucho la hora de la comida. Compartir, estar juntos, hablar, pasar un bello momento con los seres queridos y cercanos mientras disfrutamos de un buen plato es algo que atesoramos.

Por si usted, querido lector, no se lo acaba de imaginar, mi familia es de matriarcas. Si, esas señoras que educaron muchos hijos y después ayudaron a educar a los nietos y bisnietos; y son precisamente ella quienes nos enseñaron las cosas que hoy, a miles de kilómetros de mi gran familia, comparto con mis padres, mi hermanita y mis amigos.

Es así que una, enamorada de cocinar y en especial cocinar para las personas que amo, busco recetas y variaciones a las que ya se, para probar, para conocer, para ofrecer algo nuevo. Es así que encontré el blog In Jennies' kitchen, una mujer maravillosa, con dos hermosas hijas que también disfruta cocinar para su familia. 

Encontrar la escritura y las recetas de esta mujer es un episodio no muy feliz, Jennie perdió a su esposo por causa de un infarto. La muerte, en general, tiene esta insoportable cualidad de instalarse en lo cotidiano, de hacer que sobrellevar la vida, el trabajo y las tareas sea casi imposible; pero nos acostumbramos, sobrevivimos, volvemos a un cierto estado de lo que consideramos normal. Y seguimos con nuestras vidas. El proceso es lento, pero sanamos.

En un post reciente -for mikey- ella habla de la última cita que tuvo con su esposo, del tiempo juntos y finalmente del que era su postre favorito: el pie de mantequilla de maní. Termina con una muy emotiva frase, con la que rompí a llorar, que traduzco aquí:
"Sigo diciéndome a mi misma que lo haré para él esta semana. El tiempo de pronto se detuvo, aunque, estoy esperando levantarme y aprender a vivir un nuevo tipo de 'normal'. Para aquellos que preguntan que pueden hacer para ayudarme a sanar, hagan este pie este viernes y compártanlo con alguien que amen. Entonces abrácenlo como si no hubiera mañana porque hoy es la única garantía con la que podemos contar". 


Este fin de semana que pasó hice un pie, no de mantequilla de maní -que no ayuda a las alergias de hermanita- sino de limón. Lo compartí con seres maravillosos, a quienes amo y aprecio. Y me aseguro de que lo sepan. Este post y ese pie, son un homenaje a Jennie. Espero que encuentre paz y que ella y sus hijas logren sanar.


domingo, 28 de agosto de 2011

Uno muy divertido.

De la tierra a la luna - Julio Verne.


"Los yanquis no tienen rivales en el mundo como mecánicos, y nacen ingenieros como los italianos nacen músicos, y los alemanes, metafísicos. Era, además, natural, que aplicasen a la ciencia de la balística su natural ingenuo y su característica audacia [...] Y cuando a un americano se le mete una idea en la cabeza, nunca falta otro americano que le ayude a realizarla. Con sólo que sean tres, eligen un presidente y dos secretarios. Si llegan a cuatro nombran un archivero, y la sociedad funciona. Siendo cinco se convocan en asamblea general, y la Sociedad queda definitivamente constituida. Así sucedió en Baltimore. El primero que inventó un nuevo cañón se asoció con el primero que lo fundió y el primero que lo taladró. Tal fue el núcleo del Gun Club."

Y así, en ese primer capítulo, me enamoré de Julio Verne. Y explíqueme usted ¿cómo no amar y divertirse con uno de los fundadores de la ciencia ficción literaria? Verne ha sido desde siempre uno de mis autores favoritos, para esta tarea en particular sólo pude pensar en este libro por ese espíritu aventurero y la can-do-attitude que impregna el relato; la narración es impecable al punto de dejar al lector absolutamente enganchado: dígame, querido lector, ¿conoce usted a alguien que sólo haya leído un libro de Julio Verne? No, los leemos todos, somos los groupies de las novelas de ficción. Y si no me cree, pregúntele a @Apoloduvalis

Me reí como una enana -como quiera que se rian los enanos- con este libro las primeras 287 veces -está bien, exagero, han de ser 8 o 9 veces- que lo leí. Y me sigue divirtiendo y maravillando gran autor que en cada obra nos inspira y nos incita a imaginar. No se que sería del mundo -de mi mundo- sin Julio Verne.

Uno de un Nobel.

Memorial del convento - José Saramago

Debo empezar por admitir dos cosas. La primera que al pensar en un libro de un nobel que me guste locamente y me atreva a recomendar, se me vinieron a la cabeza muchos; la segunda que llegué a la lectura de Saramago apenas hace un par de años.

En términos de autores, la entrada estaba peleada: primero vino a mi cabeza William Faulkner con Santuario, uno de esos libros que tienes-que-leer-antes-de-morir. Luego pensé en Albert Camus con La peste o El extranjero, libros que -al menos en mi vida- marcaron momentos y situaciones y me ayudaron a crecer y aprender a pensar. A Gabriel García Márquez ni lo consideré, de su obra pefiero muchos antes que 100 años de soledad. Y finalmente recordé ese autor más bien reciente -todos los anteriores los leí en la infancia- que me dejó absolutamente fascinada.

En mi opinión este autor posee una de las plumas más cautivantes de la literatura contemporánea: logra combinar en una pieza magistral la novela histórica, el relato de una historia de amor más bien desafortunada, los intereses científicos y el cómo perseguirlos y las angustias de unos personajes que en realidad casi parecen no pertenecer a su época, condiciones y geografía pero que hacen lo mejor que pueden para sobrevivir y mantener una que otra esperanza.


domingo, 14 de agosto de 2011

Uno de viajes.

Memorias de un médico andariego - Judith Porto de González

Tengo una debilidad por los relatos con historia y éste libro la tiene. Conocí a la autora como una gran amiga de mi abuela y precisamente en la biblioteca de mi abuela encontré un par de libros de cuentos escritos por Judith. Estas series de cuentos son muy atractivas para cualquiera que se aventure como lector por intimistas, sencillos y fantasiosos.

Nada mejor que las palabras de la misma autora para describir su libro:

"Son andanzas, acontecimientos, anécdotas, pasajes sucedidos a los médicos de mi familia, o contados de unos a otros hasta llegar a mí, y que me desvelaron hasta trabajar los cuentos que hoy forman este compendio. Mis médicos son: mi padre, Ismael Porto Moreno, mi mentor inmejorable, alegre, diplomático, amigo y benefactor de todos; mi abuelo Rafael Calvo Castaño, mi primer maestro de psicología, cuyas veladas de sobremesa aún las añoramos sus nietos; mi bisabuelo, Rafael Calvo La Madrid, fundador de la Escuela de Medicina de Cartagena, gran amigo de Rafael Núñez; mi tío abuelo, Darío Porto González [...] y últimamente, mi hijo Benjamín González Porto, todos con profesiones relacionadas con la salud física y anímica del hombre [...] Son aparentemente casos dispersos, pero todos ellos contados o vividos por esos médicos de mi familia a quienes dedico este libro y en especial a mi padre y a mi hijo".

Y si aun no lo ha notado, me gustan porque se lo que es crecer rodeada de médicos y de sus historias en Cartagena.

sábado, 13 de agosto de 2011

Uno que le gusta a todos menos a usted.

Metamorfosis - Franz Kafka.

Tengo un problema básico con Kafka y no es precisamente que no me guste, es que creo que está sobrevalorado. En especial desde la perspectiva de la crítica literaria. Más allá de la crítica, de la representación, de la narrativa misma... El disfrute del libro mismo se ve afectado cuando a uno le señalan una y otra vez que su autor es "una de las más profundas y permanentes influencias literarias del siglo XX". Éste libro en particular sufre cuando se sobrevende como uno de esos que tienes-que-leer-antes-de-morir porque el lector llega con expectativas de lo que debería ser y con una idea de lo que va a encontrarse que muchas veces no se ajusta al relato del autor, pasa por creerle a los críticos literarios. 


Es un ejercicio interesante la lectura de este libro: su ritmo y sus escenas exigen concentración y una atención microscópica a los detalles del relato, además se presta para interpretaciones múltiples de las vidas, las relaciones y los cambios de los personajes. Eso si, yo le recomiendo que se olvide de cualquier cosa que le hayan dicho al respecto: descubra los personajes, lleve su propio ritmo de lectura y no deje que las toneladas de trabajos y análisis se interpongan entre usted y esta maravillosa obra de un gran autor.

viernes, 12 de agosto de 2011

Uno que sea un placer culposo.

Escalofrios - R. L. Stine y Haunted Kids - Allan Zullo.

Lo se, el reto es de un libro por día, pero este día en particular amerita una confesión. Confieso que me encantan las historias de terror y que Stephen King es uno de mis autores favoritos, a causa de sus libros (y ayudado por Criminal Minds) le tengo miedo a los gringos porque aparentemente allá es muy fácil que alguien entre en una crisis psicótica y secuestre, descuartice, torture y asesine a alguien. O que un payaso asesino, un perro (también psicótico y enfermo) o esporas alienígenas intenten acabar con todo ser humano alrededor. O que esporas alienígenas colonicen los cuerpos de asesinos en serie (que al parecer en Estados Unidos hay de a 3 por kilómetro cuadrado) y ayudados por perros y payasos armen el arroz con mango del fin del mundo. ¿Ya les dije que Ronald McDonald aun me da miedito?

La serie "Escalofríos" -cuyo único autor es Stine- se compone de cuentos cortos de "terror" dirigidos un público infantil, pasa lo mismo con la de "Haunted Kids" de Zullo. Confieso que este es mi placer culposo porque las series son malas: tienen la misma estructura, los personajes usualmente son pre adolescentes que se ven envueltos en situaciones de misterio que deben resolver enfrentándose y superando obstáculos y peligros y casi todos los libros tienen el mismo final: el protagonista adolescente resuelve el misterio y aprende algún tipo de lección. Si, yo leía esto por las tardes para tratar de olvidar las pesadillas en las que Ronald McDonald llegaba a mi barrio y mataba niños y de paso perderle el miedo a estas historias.

Termino de confesar mi placer culposo por estos libros admitiendo que de la colección que una vez tuve de estos autores -y que después de cambiar de ciudad un par de veces- me quedan 10 de Stine y 2 de Zullo. Eso si, de Stephen King no se me ha perdido ninguno.

jueves, 11 de agosto de 2011

Uno que se haya demorado mucho en leer.

CHANGÓ El gran putas - Manuel Zapata Olivella.


Tuve la fortuna de conocer a Delia y a Manuel en Cartagena, siendo aun una niña mientras estudié danzas en la academia de Bellas Artes. Delia, una folclorista dedicada, estaba de paso por la ciudad y mi maestro quiso que compartiera con nosotras un poco de esa dedicación y pasión por la danza y el folclor. Manuel, que la acompañaba, era en ese momento sólo una figura de fondo: el hermano de la maestra.

Mucho años después descubrí la obra literaria de Manuel, la joya es esta novela. Reconozco que la descubrí por accidente, en una estantería polvorienta y con descuento -detalle que me motivó a comprarla- y que muchos meses después de comprada y empezada a leer fue que caí en cuenta de que el autor no me era del todo desconocido.

Esta novela en particular ha sido tildada de "novela épica" porque en sus más de 700 páginas describe los viajes de los africanos hacia américa, la tierra nueva y extraña, el sufrimiento de un gran pueblo, la sangre derramada, las luchas por la libertad, el mestizaje y la vuelta al culto ancestral; vale aclarar que lo hace desde la perspectiva negra. Más allá de los relatos históricos, de las causas económicas de la conquista y de la esclavitud, el relato de Manuel requiere para su lectura atención y ganas: es un relato que devora al lector, que apasiona, que se siente. 

Los escenarios históricos, los relatos de la tradición oral caribeña, la mitología de los Orichas y la narrativa descriptiva del autor se mezclan para crear una pieza magistral, a mi parecer, de la literatura colombiana. Les dejo un abrebocas, para que se antojen:

"Los descendientes de Obafulom
los hijos de Iyáa
los que alzaron contra mi su puño
los amotinados
los soberbios
que de Ile-Ife
la morada de los dioses
me expulsaron
arrancados serán de su raíz
y a otros mundos desterrados.
Insaciables mercaderes
traficantes de la vida
vendedores de la muerte
las Blancas Lobas
mercaderes de hombres,
violadoras de mujeres
tu raza,
tu pueblo,
tus dioses,
tu lengua
¡destruirán!

Las tribus dispersas
rota tu familia
separadas las madres de sus hijos
aborrecidos,
malditos tus Orichas
hasta sus nombres
¡olvidarán!

En barcos de muerte
esclavos sin sombras
zombis
ausentes de sí mismos
confundidos con el asno
el estiércol
hambrientos
sumisos
colgados
irredentos
cazados
por los caminos polvorientos
por las islas y las costas,
los ríos, las selvas, los montes y los mares,
sin barro donde medir su huella
ni techo donde madurar su sueño
de otras razas separados,
proscritos en América
la tierra del martirio".
Maldición de Changó.



miércoles, 10 de agosto de 2011

Uno que leyó de una sentada.

El origen perdido - Matilde Asensi. 

El título lo dice todo. La autora nos habla de un mito, de civilizaciones perdidas y de los esfuerzos por encontrarla; esta es básicamente una novela de aventuras. Lo que me hizo quedarme sentada una sola tarde a lo largo de 496 páginas son los elementos que la hacen tan dinámica: el protagonista es un hacker español -Arnau- cuyo hermano -Daniel-, antropólogo que participa en una investigación arqueológica sobre los Incas, cae gravemente enfermo hasta llegar a un estado vegetativo. A medida que se avanza en la lectura se estrecha la relación entre la enfermedad y la investigación y Arnau decide continuar la investigación para encontrar una cura. 


La magia de las palabras, los orígenes de lo que podría ser una antigua maldición, verdades no contadas de la conquista española del Perú, conocimiento y sabiduría no revelados de la civilización Inca se entrelazan para llevar a un final poco esperado -al menos yo no lo vi venir- que explora los contrastes entre el viejo y el nuevo continente, las diferencias culturales y por supuesto cuestiona lo que creemos saber sobre la conquista y el auge y caída de las civilizaciones indígenas, su poder y por supuesto su avance en lo que puede considerarse magia o tecnología.


domingo, 30 de enero de 2011

De violencias, duelos y política en un Estado de excepción.


¿Qué puede ser considerado humanizable, vivible, inteligible?, ¿qué vidas merecen ser vividas?, ¿qué muertes merecen un duelo?, ¿qué cuerpos son violentados?

Este post se ha demorado, teniendo en cuenta la temporalidad de los eventos que lo inspiran, en parte por lo lento de mi reflexión y por la constante discusión del tema – en lo público y en lo privado, en muchos medios de comunicación y con mi familia y amigos–. Escribo sobre el asesinato de los estudiantes Mateo y Margarita en San Bernardo del Viento, Córdoba; asesinato por demás doloroso: son vidas que se pierden, familias que sufren, amigos que llevan duelo y también porque me genera una punzada en la boca del estómago al pensar que yo también soy estudiante, yo también voy a trabajos de campo y – como casi cualquier colombiano– he temido por la vida de mis seres queridos a causa de la guerra incesante.

Mi primer recuerdo relacionado con violencias data de 1997, cuando empecé a notar el nerviosismo de mi abuela cuando sus hermanos viajaban al interior de Sucre o de la Guajira –dónde alguna vez secuestraron a varios tíos, varias veces, al punto de que lo narran como anécdota–; el segundo recuerdo que tengo impreso en la memoria es de cuando mi madre –quien trabajó con Médicos Sin Fronteras– estuvo atrapada en Tibú, Norte de Santander porque algún grupo paramilitar o guerrillero había dinamitado el único puente de salida del pueblo. El último lo viví en carne propia: hace un par de años viajé a un Festival de Gaitas en Guacamayal, Magdalena con la UN; al llegar nos preguntaron de dónde veníamos y en muy poco tiempo todo el pueblo sabía que nosotros éramos “los estudiantes de la nacional”. El segundo día del festival un grupo de hombres con ropa camuflada hacía tiros al aire y preguntaba ante la pregunta de “¿qué estudias?” preferí contestar que soy bailarina y no socióloga.

En estos momentos creo que puedo afirmar, sin temor a un gran margen error, que nuestras vidas siempre han estado hiladas por este tipo hechos: contener la respiración junto al teléfono, esperar buenas noticias, rezar porque llegue algún tipo de apoyo, mantener las esperanzas al fin y al cabo. Me atrevo a decir que vivimos en un estado de excepción, tal como lo describe Giorgio Agamben: “ese momento del derecho en el que se suspende el derecho precisamente para garantizar su continuidad, e inclusive su existencia. O también la forma legal de lo que no puede tener forma legal, porque es incluido en la legalidad a través de su exclusión”, pensar a la Colombia en que vivimos de este modo tal vez nos ayude a comprender por qué el ciudadano promedio está excluido del cuerpo político. Los apátridas, los reportables, los no representados, en fin, todos aquellos sujetos dislocados, son víctimas de la falla de las intercepciones políticas y culturales. Aún cuando la política deba preocuparse por su doble función –tanto por la representación como por la producción de sujetos– la viabilidad de los sujetos –y sus cuerpos– es cuestionada.

¿Qué quiero decir con esto? Que vivimos en un estado casi “alegal”: cuando hacer trabajo de campo, cuando emprender una investigación, se vuelve un ejercicio político la representación de los sujetos es equívoca. Una declaración de derechos resulta insuficiente en el caso de aquellos sujetos que viven en un Estado de excepción; sin una dimensión política cualquier opinión y/o acción será nula. Las características impuestas a determinados sujetos por el estado de excepción –y el subsiguiente efecto en los cuerpos– remite a pensar la ‘humanidad’ como un concepto otorgable: se es humano, se pertenece a un Estado–Nación, se es sujeto en tanto esa característica permanezca. Pensar en los sujetos y los cuerpos como un problema en el estado de excepción, levantan muchas más preguntas en torno a la producción de lo que es la ‘esfera pública’, lo que podemos considerar como ‘humano’ y la producción de vidas políticas y cuerpos en el efímero y cambiante equilibrio del horizonte político actual.

“Se trata ciertamente de personas no consideradas como sujetos, de seres humanos no conceptualizados dentro del marco de una cultura política en la que la vida humana goza de derechos legales y está asegurada por leyes – seres humanos que por lo tanto no son humanos –.”Judith Butler, Vida Precaria.

sábado, 8 de enero de 2011

Si el trabajo dignifica al hombre... ¿Qué hace el voluntariado?

Hoy llegué a casa después de pasar mi primer sábado del 2011 en la Cruz Roja empacando mercados para los damnificados por el invierno. Admito que suena aburridísimo: ¡madrugar un sábado vacacional para ir a trabajar gratis! pero es en realidad una actividad muy gratificante y contaré mis razones y el porqué lo creo así.


Confieso que esta es mi primera vez como voluntaria, pero no mi primera vez en donar: llevo varios años donando a la CR y justo con la emergencia invernal me uní a la campaña: doné sangre, llevé ropa, recogí mercados -en Bogotá y Cartagena... Contribuí a mi modo. Luego pasé poco más de un mes de vacaciones con una rutina bastante inutilizadora: comer, ir a playa, comer, dormir, salir a rumbear y comer fueron mis actividades principales. Afortunadamente, no hay mal que dure cien años y tuve que volver a Bogotá, sólo un día después de llegar y aún re-acostumbrándome al frío y a la altura me invitaron a donar. "¿Otra vez?" fue lo primero que pensó mi ultra egoísta y friolenta persona cuando la llamada me despertó a las 9 de la madrugada. Más tarde, con la debida dosis de cafeína en la cabeza, lo medité: en realidad me pedían donar mi tiempo, mis manos, mis ganas de ayudar...  


La cita era a las 8.00 a. m. -empecé mal porque llegué a las 10.00, a tiempo para el refrigerio-, me registré y miré a mi alrededor, tratando de abarcar con la vista la tarea del día: clasificar, empacar y organizar en cajas de donativos tipo mercado familiar -eso sólo significa, para la CR, un mercado estilo "canasta básica" para una familia de cinco personas-. Imagine ud. por un momento un parqueadero, un gran parqueadero, lleno de alimentos donados -ya van más de 3000 toneladas donadas a la CR- a ser ordenados, separados, clasificados, (si llueve, pues toca secarlos) y empacados para ser almacenados y transportados a todos aquellos lugares afectados en dónde la CR está ayudando poblaciones en riesgo. ¿Alcanza ud. a imaginarse lo insignificante, incapaz y desubicado que uno se siente ante semejante tarea?


Lo maravilloso de esta historia es que los voluntarios son muchos, muchísimos. No sólo están en la tarea los voluntarios de la CR: afortunadamente están los Scouts -curioso verlos, me recordó mi época de usar la camisa azul y la pañoleta al cuello-, voluntarios independientes -como yo-, organizaciones que donan el tiempo de sus trabajadores, empleados administrativos de la CR que añaden horas a su jornada de trabajo para ayudar, madres que llevan a sus hijos  para que vean que es una "emergencia invernal" y todos los que se me escapan de este conteo. ¿Son muchos, no? Darse cuenta de cuantas manos se dan a la misma tarea hace parecer que el trabajo no es titánico ni imposible. Podemos ayudar, podemos hacer una diferencia, podemos mejorar la vida de quienes viven en la desesperación, la miseria y la invisibilización mediática. Darse cuenta de esto es encontrarle el sentido a mantener vivas las esperanzas. 


Hoy pasé mi día trabajando: sudé, manché mi ropa, me mojé con la lluvia, me rompí algunas uñas, me cansé levantando kilos y kilos de comida, trabajé con personas maravillosas y al final del día, agotada y somnolienta, sonreí. A medida que me alejaba caminando de la sede de la CR, no pude evitar formularme la pregunta que titula este texto ¿Qué me hizo un día de voluntariado? Me hizo dar todo de mí para ayudar a otros que no conozco, me hizo dar mi tiempo, mi esfuerzo, mi sudor -hasta mis uñas- para tener algo de esperanza, para lograr mantenerla y para llevarla a dónde se sigue necesitando, así sea dentro de una caja de donativo tipo mercado familiar. La experiencia no me hizo mejor persona, no me hizo más altruista -y definitivamente no me hizo más puntual- pero me hizo interesarme más; ahora tengo -o eso creo- una realidad más completa y (me) entiendo más.